¿Qué es la Navegación Astronómica?
Dejando de lado este tipo de consideraciones, la navegación astronómica es muy bella, interesante, innecesaria en estos tiempos, y fundamental en la época de nuestros abuelos.
Si nos desplazamos desde un punto de la tierra según cualquier meridiano, es decir de Norte a Sur, el cielo y sus estrellas cambiarán. Observaremos como una estrella determinada (para lo cual debemos memorizar la disposición de las estrellas en el cielo, y saberlas reconocer) sube más o menos sobre el horizonte en el transcurrir de la noche. Dependiendo de la latitud en la que nos encontremos veremos estrellas distintas justo en nuestro cenit.
Por todo ello si aprendemos a ‘leer’ en el cielo podremos saber mediante tablas de navegación astronómicas en que latitud nos encontramos respecto al ecuador.
Desde la generalización del GPS, ya no la practica nadie, aunque todavía sigue siendo una asignatura necesaria para el examen de capitán de yate de embarcaciones de recreo… Por si algún día fallan todos los satélites GPSs o se produce una guerra atómica mundial o una destrucción total de todos los sistemas de comunicaciones...
Claro que en estos casos no estaríamos en condiciones de realizar una singladura de ‘recreo’. Otros sesudos seguidores de la tradición objetan que un receptor GPS se puede estropear. Pues lleve usted uno portátil de repuesto. ¿Y si se queda sin pilas? Pues lo mismo que si se le cae el sextante al agua, o se le rompe la caña del timón. ¡Tenemos un problema!
Si estando en un punto de la tierra nos movemos en una misma latitud, la configuración del cielo permanece idéntica. Simplemente veremos ese mismo cielo un poco antes o un poco después. El problema para saber en que longitud estamos se resuelve fácilmente sabiendo cuanto tiempo ha de pasar para que obtengamos la misma configuración del cielo que teníamos cuando nos encontrábamos encima del meridiano de Greenwich.
Dicho de otro modo y muy claro. Si estamos en Greenwich meridiano 0º, longitud 0º, el sol lo tenemos justo encima a las 12 de la mañana hora de Greenwich. Ahora supongamos que navegamos muchas semanas en un barco en el que me he llevado un reloj que no atrase ni adelante prácticamente nada. Si hemos llegado a la Polinesia y vemos que cuando el sol está justo en su zenit nuestro reloj marca las doce de la noche (hay 12 horas de diferencia) está claro que nos encontramos en la longitud 180º. De camino hacia Oceanía, cuando nuestro reloj daba las 6 de la tarde y el sol se encontraba justo arriba, podíamos afirmar que nos encontrábamos en la longitud 90º, o a 6 horas de longitud que es lo mismo!
El problema para nuestros antepasados era el conseguir un cronómetro suficientemente preciso como para no alterar la hora de referencia. Para obtener una precisión de 15 millas no podremos fallar más que en un minuto de reloj. Es decir, si nuestro viaje dura 3 meses solo podrá variar 1,5 segundos al día, lo cual era imposible con los relojes anteriores a 1.760. En esa fecha el Inglés John Harrison inventa el cronómetro marino que solo se desviaba del orden de 1 segundo por mes.
Este instrumento inventado en 1.730 por John Hadley permite medir el ángulo que hace un astro con el horizonte. Al mirar por el visor y mover el espejo mediante la escala en grados, debemos hacer coincidir en el horizonte el astro buscado y la línea de horizonte. El valor de la escala nos dará justamente la altura en grados a la que se encuentra el punto observado. Para medir la altura de una estrella o lo hacemos en un día con mucha luna que nos ilumine el horizonte o tendremos que hacerlo durante no más de 20 minutos justo al caer la noche o al amanecer cuando todavía se ven las estrellas y el horizonte empieza a ser visible.
Estrellas para la navegación
El astro más importante para la navegación es como no, nuestro Sol. En el firmamento vemos millares de estrellas pero sólo unas 50, las más brillantes, son tomadas como referencia para la navegación astronómica. Todas ellas tienen nombre árabe como por ejemplo Aldebarán o Altair, por ser estos en el mundo antiguo quienes conservaron los conocimientos de astronomía que venían de Grecia, tras la caída del imperio romano.